Árboles dormidos presenta nuevos signos, un aura contradictoria entre la belleza de lo natural y la luz, que le otorga a la serie, cierto aire de alteración genética. Es un paisaje con una impronta post humana. La luz lo muestra inadecuado porque resalta el artificio de la naturaleza en tiempos modernos. Son piezas arqueológicas detenidas en el tiempo, como criogenizadas. Documentan la naturaleza y el hombre, en el siglo XXI y su transfiguración del lugar común, como escribe Arthur Danto, dándoles una nueva semántica.
Ésta también atraviesa lo autóctono, la soledad, el encuentro y la pérdida. La alteración que genera el pintado con la luz de un foco a batería y el clima que genera, es post fotográfico, perfomativiza la historia de la pieza. Es un registro de un no-acontecimiento, que a su vez presenta características auráticas.
Esa experiencia aurática es fantasmática pura, produce un barrido entre el ida y vuelta de la mirada del espectador y la foto. Una nueva construcción de la fantasía sobre la realidad del paisaje.
DV busca la tensión entre lo subjetivo y lo invisible de los árboles.
La fotografía en un principio imitó la pintura para hacerse un lugar en el arte. Después, pasó a reivindicar su carácter realista y no-narrativo para utilizarlo como una herramienta contra la pintura y afirmar así su autonomía.
Velazco explora ambas tradiciones tomando la ilusión pictórica y la ficción cinematográfica, otorgándole un clima que no renuncia a ninguna de las dos ideas.
Fernando López Lage.